Diría que hoy ha sido el primer día difícil en el bar. Ayer dormí muy poco y bastante mal. La adrenalina de haberme quedado hasta tarde viendo el fútbol con mis amigos, sumada a la tristeza de que el Barcelona nos eliminase de la Copa del Rey, hizo que no conciliase el sueño hasta las dos de la madrugada.
Cuando algo me gusta, me considero una persona muy apasionada, y creo que me enamoré del fútbol porque siento que es un lugar donde la gente saca esa pasión que normalmente se guarda en el día a día. Esa ilusión por el partido de las 21:00, las caras de sorpresa por un pase al hueco, las quejas irracionales sobre el arbitraje, los nervios cuando el equipo rival llega a tu área, la felicidad, la angustia... Todo. Me encanta.
Una vez escuché a Miguel Quintana, un periodista deportivo, decir que “el fútbol es lo más importante de las cosas sin importancia”, y desde entonces no me lo puedo quitar de la cabeza. Puedo ponerme muy triste por una derrota del Atlético de Madrid, pero si ese mismo día me pasa algo personal, ni siquiera me acuerdo del nombre de los jugadores.
Hablando con la psicóloga me di cuenta de que en mi vida siempre tiene que haber algo de lo que preocuparme. No puede estar todo bien. Creo que por eso me encanta ser de este club.
Hoy por la mañana me ingresaron la nómina de los pocos días que trabajé el mes pasado. Sin duda, me siento mucho más realizado conmigo mismo estos días, solo por el hecho de estar trabajando. Y lo odio profundamente. Estos meses en los que me dediqué exclusivamente a estudiar sentía una culpa enorme por estar viviendo de mis padres.
Veo a mucha gente de mi edad (o incluso mayores) en la misma situación, y no pienso que estén haciendo nada malo. Pero cuando soy yo el que lo hace, me siento fatal. Y otra vez vuelve a sonar en mi cabeza ese “te pones demasiada presión”. El problema es que, aunque a veces me haga daño, me encanta ser así.
Notas
Chicas de oro
-
Café III
-
Agua I
-
Infusión I
-
RECORDAR EL AZÚCAR MORENO
Hace un rato llegó mi padre a pedirme un café y hablar conmigo. Mi abuela está muy mal, y seguramente mañana sea su último día. Mientras me cuenta todo esto, yo tengo que mantener una sonrisa para servirle el café con leche a la señora que acaba de pedírmelo.
—Lo siento mucho, papá.
—No pasa nada. Ella fue muy feliz. Lo único que queremos es que deje de sufrir.
—Es lo mejor.
Cuando se marcha, me vienen a la cabeza cientos de pensamientos, y no sé muy bien cómo actuar al respecto. Uno de los golpes más duros fue acordarme de que ninguna de mis dos abuelas van a conocer a Peti, mi pareja. Se me cayó una lágrima de la tristeza.
—¡Hola! Disculpa, ¿tienes cambio? —me pregunta una chica.
—¿De 20? Sí... aunque con esa camiseta no sé yo si dártelo.
Se mira la camiseta del Barça y se ríe. Le doy el cambio y se marcha.
Un día más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario