jueves, 24 de abril de 2025

5 de abril

Primer día que abro el local. Llego, como siempre, diez minutos antes de tiempo, a las 7:50. Me toca esperar a mi jefa hasta las 8, porque me va a enseñar todo lo que hay que hacer.

Mientras voy de camino al bar, me encuentro un panorama algo curioso: calles vomitadas, copas rotas por el suelo, manchas de sangre frente a la puerta de algún garito… Lo típico que ocurre la noche de un viernes cualquiera. Al ver esto no puedo evitar reflexionar sobre qué es mejor para mí: salir de fiesta y volver a las 9 de la mañana a casa con 30 euros menos en la cartera, o ir a trabajar perdiéndome la noche del viernes y la mañana del sábado, pero con la mente más tranquila.
Siendo sincero, los excesos nunca fueron mucho conmigo, y menos en estos últimos años, así que tengo la respuesta bastante clara.


Notas: abrir el local

  • Mesas + sillas

  • Lavavajillas: jabón blanco, quitar filtro, ponerlo, encender

  • Encender molinillos

  • Vaciar fregona (lejía + friegasuelos)

  • Bollería (churros con papel)

  • Registradora: modo llave Z → Total → REG Empleado

  • TPV: encender

  • Luces

  • Toldo + televisión


Trabajar en barra es muy diferente a trabajar como camarero de mesa. Tienes que entablar conversaciones mucho más duraderas con la gente. Hay personas que vienen al bar con la intención de hablar con el camarero y pasar allí el tiempo.

—Menudo día más malo hace hoy, ¿no?
—Bueno, parece que el cielo quiere abrirse.
—Puede ser, sí...

Dos minutos después:
—Pero hace bochorno, ¿no?
—La verdad es que sí.
—Esto es Santiago de Compostela —y se ríe.

Mientras sucede la conversación, navego entre la pena y la ternura. ¿Acaso esta persona no tiene a nadie con quien tomarse su café? ¿O simplemente quiere darme conversación para amenizarme la mañana?
Quizás es solo muy agradable y le gusta hablar.
Sea cual sea la respuesta, ahí tengo que estar yo, con una sonrisa, respondiendo sin sonar borde… aunque me acaben de hacer un pedido del cual me he olvidado la mitad y la otra mitad son 3 cafés 


A las doce de la mañana empezó a venir mucha gente y no me dio tiempo a limpiar nada. Se me cayó un vaso con leche al suelo y me quemé un dedo calentando leche de soja. Escuché un fragmento de una conversación entre dos abogados:
—Que fuera sindicalista no quiere decir que fuera judío.
Supongo que en contexto cobraría algún sentido, pero me cuesta creer que no fuese un comentario antisemita. Mejor no pensarlo mucho.

Menos mal que estaba Peti en una mesa, dándome ánimos y besitos.

Estuve tan estresado con el trabajo que casi ni me acordaba de que hoy es el funeral de mi abuela. Supongo que esta es la vida de un hostelero en hora punta: no tienes tiempo ni para ponerte triste.


Guy Ernest Debord (1931–1994)

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